Erdoğan ante la vuelta de Siria a la arena internacional
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Un país como Letonia, que apenas alcanza los 2 millones de habitantes, tiene a 182.375 personas bajo el estatus de no-ciudadano: casi el 10% de su población. Es decir, hablamos de personas que carecen de nacionalidad. Si comparamos este porcentaje con el de 1996, que llegaba al 30% de los residentes, evidentemente podemos observar importantes avances, pero eso no quita para que en Letonia todavía muchas personas sigan gozando de un estatus de ciudadanía diferenciado que, como es de esperar, también otorga derechos diferenciados, aunque de eso nos encargaremos más adelante.
Aunque en la escena internacional muchos han asimilado la situación de los no-ciudadanos con la de los llamados “apátridas”, tanto las leyes de Letonia como su propia Corte Constitucional, plantean una situación diferente:
“Los no ciudadanos letones no pueden considerarse ni ciudadanos, ni extranjeros, ni apátridas, sino personas con "un estatus jurídico específico".”
— (La Corte Constitucional de la República de Letonia, 2005: 11)
A día de hoy, ese “estatus legal específico” les permite, por ejemplo, obtener un pasaporte - distinto del de los ciudadanos letones - que les otorga una serie de derechos como residir permanentemente en el país, moverse libremente por la Unión Europea, viajar a la Federación Rusa sin tener que solicitar un visado, o formar parte de partidos políticos.
Estos derechos son comunes a ciudadanos y no-ciudadanos, por lo que, como cabría esperar, las grandes diferencias las vamos a encontrar en los derechos ausentes. Por ejemplo, los no-ciudadanos no pueden votar, ni ocupar cargos en la Administración Pública o directamente relacionados con la seguridad nacional.
Ahora bien, para entender el porqué de esta situación tenemos que remontarnos hasta la independencia de la Unión Soviética en 1991.
Tras recuperar su independencia, Letonia aprobó una Ley de Ciudadanía (1994) con la que decidió renovar la ciudadanía únicamente a las personas que ya viviesen en el país antes de la ocupación de la URSS, del 17 de junio de 1940, así como, por supuesto, a sus descendientes.
Sin embargo, ¿qué pasaba con quienes habían emigrado al territorio de Letonia durante el período en que este territorio formó parte de la URSS? Pues, según el Ministerio de Asuntos Exteriores del país:
“Estas personas nunca habían sido ciudadanos de la República de Letonia y nunca habían pasado por el proceso de naturalización. Tras la renovación de la independencia de facto de Letonia, estas personas tuvieron que naturalizarse como cualquier otro ciudadano extranjero que quisiera adquirir la ciudadanía de Letonia.”
— Ministerio de Asuntos Exteriores de la República de Letonia, 2022
Para esta clase de ex-ciudadanos de la URSS se creó en 1995 un “estatus temporal especial”, que, a juzgar por los datos, poco ha tenido de temporal. Hoy esta condición sigue afectando a una parte importante de la población letona, especialmente, claro está, a las personas étnicamente rusas. Para que os hagáis una idea de las aproximadamente 454.000 personas de etnia rusa que viven en Letonia, algo más de 120.000 siguen siendo consideradas como no-ciudadanos.
Y es que, la misma legislación que en 1994 decidió quiénes serían ciudadanos letones tras la independencia, estableció también un proceso para la obtención de la ciudadanía bastante restrictivo:
Además de los ya de por sí restrictivos requisitos estipulados en el artículo 12 de la Ley de Ciudadanía de 1994 para obtener la ciudadanía letona, tenemos que tener en cuenta que los niños nacidos en territorio letón de padres no-ciudadanos heredaban automáticamente ese mismo estatus.
Eso sí, 2019 se aprobó la ley Sobre el fin de la concesión del estatus de no-ciudadano a los niños, según la cual los nacidos en Letonia, a partir del 1 de enero de 2020, son automáticamente letones, independientemente del estatus de sus progenitores, siempre y cuando estos no se opongan.