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Te contamos cómo Trump ha logrado mantener su control absoluto sobre el GOP: lealtades blindadas, una agenda personalizada y castigos a quienes osaron desafiarlo.
Desde la llegada de Donald Trump a la escena política estadounidense, el Partido Republicano ha vivido un proceso de transformación que muchos han bautizado como “trumpización”. Determinar si este cambio es consecuencia directa de la irrupción de Trump y del movimiento MAGA, o si, en cambio, él es un producto de transformaciones más profundas en el electorado republicano, es un desafío complejo. Sin embargo, en este artículo explicaremos en qué aspectos y de qué manera ha cambiado el Grand Old Party.
Antes que nada, sobre la reciente victoria de Trump y muchos de los aspectos que serán clave durante este nuevo mandato, ya se ha hablado largo y tendido en el canal de VisualPolitik. Te dejamos un pequeño adelanto aquí:
Cuando Trump anunció su candidatura en 2015, no venía de las bases tradicionales del partido. Aunque había ganado cierta notoriedad pública en 2011 tras participar por primera vez en la Conservative Political Action Conference (CPAC) por sus críticas a la administración Obama, no tenía experiencia en gestión política ni una carrera profesional en política previa. Era lo que Ciencia Política se denomina outsider.
Su condición de outsider implicaba que no contaba con una red de apoyo interna, de los pesos pesados del partido, ni un equipo propio, lo que lo colocaba en una situación de vulnerabilidad para convertirse no sólo en presidente de los Estados Unidos sino también para controlar su propio partido. Esta situación de partida es la que muy probablemente le llevó, por un lado, a desarrollar una estrategia de construcción rápida de una base leal de seguidores y aliados que compartieran su visión y estuvieran dispuestos a respaldarlo de forma incondicional y, por el otro, a colocar en los órganos de poder y apoyar las candidaturas de sus afines.
“Donald Trump es un farsante, un fraude. Sus promesas son tan inútiles como un título de la Universidad Trump. Está engañando al público estadounidense: él consigue un viaje gratis a la Casa Blanca y nosotros lo único que conseguimos es una gorra de mala calidad. Sus políticas internas conducirían a una recesión. Sus políticas exteriores harían que Estados Unidos y el mundo fueran menos seguros. No tiene ni el temperamento ni el criterio para ser presidente” (Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts y ex candidato presidencial del Partido Republicano)
Una de las primeras decisiones que tomó Trump para asegurar su influencia en el partido fue la selección de figuras leales para ocupar puestos estratégicos dentro de la estructura republicana. En 2017, impulsó a Ronna McDaniel para la presidencia del Comité Nacional Republicano (RNC), asegurándose de que una persona afín a su agenda lideraría el órgano central del GOP. Y aunque apoyó su reelección en diversas ocasiones, recientemente también ha promovido su sustitución. Movimientos como este son importantes para que a nadie se le olvide quién manda.
Siguiendo esa misma línea, Trump ha apoyado y favorecido a sus aliados, como Ron DeSantis, Josh Hawley, Marsha Blackburn o Matt Gaetz, y ha ninguneado y arrinconado a los críticos, como Mitt Romney o Liz Cheney.
En su necesidad por hacerse con una base de apoyos dentro del partido, y en concreto en la Cámara de Representantes, el Freedom Caucus ha jugado un papel muy importante.
Este grupo de diputados republicanos que se formó solo unos meses antes de que Trump se presentase a las primarias del partido, se convirtió en un aliado fundamental para impulsar su agenda política. Encontraron terreno común en su escepticismo hacia la dirigencia republicana tradicional y su rechazo a la expansión del gobierno federal. Trump recibió su apoyo en iniciativas como la reforma fiscal de 2017 y el intento de derogar el Affordable Care Act, aunque este último esfuerzo fracasó debido a la falta de apoyo en el Senado.
También lo defendieron en momentos críticos, como durante las investigaciones del impeachment. Trump, a su vez, reconoció esta lealtad y promovió a algunos de sus miembros, brindándoles respaldo en elecciones primarias y otorgándoles mayor visibilidad en la esfera republicana.
Desde el inicio de su campaña en 2015, Trump fue construyendo una base leal de seguidores al margen de la estructura tradicional del GOP. Multitud de electores descontentos con la administración Obama, pero también con el establishment republicano, se fueron aglutinando bajo el famoso (y prestado) lema “Make America Great Again”. ¿Quién le diría a Ronald Reagan que, varias décadas después, su eslogan se convertiría en un poderoso símbolo identitario que representaría el compromiso y la adhesión a las ideas encarnadas por Trump?
Trump construyó esa base de seguidores aprovechando, en gran medida, las comunidades provenientes de la derecha alternativa que se concentraban en foros como 4chan (especialmente en su sección /pol/). Tanto este foro como plataformas como Reddit (el subreddit r/The_Donald fue prohibido en junio de 2020) y Twitter (con los hashtags #TrumpTrain, #AmericaFirst y #MAGA) se convirtieron en puntos de encuentro clave para sus seguidores.
Sin embargo, los republicanos MAGA son mucho más que aquellos que llevan una gorra roja con el lema “Make America Great Again”, cuelgan fotos con ella en sus perfiles en redes sociales o tuitean a favor de Trump. Estos se diferencian del resto de republicanos en algunas posiciones políticas. Tienden a ser más proclives a justificar la violencia como un medio para hacer avanzar un objetivo político determinado, a priorizar la figura de un “líder fuerte” por encima de la democracia o a apoyar teorías conspirativas como la del “gran reemplazo” de los blancos a través de la inmigración masiva. Y, por descontado, no reconocen la victoria de Biden en las presidenciales de 2020.
Comparación de posiciones políticas clave entre republicanos
El apoyo a este tipo de ideas —ampliamente rechazadas o desacreditadas por numerosas partes de la sociedad y por los medios tradicionales— impone un coste social y reputacional sobre quienes las sostienen, lo que contribuye a demostrar su lealtad a la figura de Trump y a los “principios y valores MAGA”. Su disposición a enfrentar las consecuencias sociales y políticas de mantener estas posiciones de forma pública permite identificarles como sus verdaderos seguidores.
La llegada de Trump al Partido Republicano no sólo marcó un cambio en el liderazgo del partido, sino también una transformación ideológica y de estilo.
Lo que alguna vez fue un partido que trataba de aglutinar distintas sensibilidades liberal-conservadoras, enfocado en la promoción de la economía de libre mercado y de la democracia, se ha ido desplazando —tal y como lo ha hecho una parte de la derecha en todo el mundo— hacia una retórica populista y nacionalista y unas posiciones más proteccionistas.
En lo que a la economía respecta, el Partido Republicano centró su política económica históricamente en la reducción de impuestos y, aunque en menor medida, en el control del gasto público. Aunque el GOP de Trump ha mantenido su compromiso con el primero —evidenciado por la significativa rebaja de impuestos aprobada en 2017—, no ha ocurrido lo mismo con el segundo. Durante su mandato, la deuda pública estadounidense creció considerablemente, incluso si se excluye el impacto de la pandemia. Según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso, esta aumentó a un ritmo comparable al registrado bajo Barack Obama durante la Gran Recesión, pero en un periodo mucho más breve.
Más preocupante aún es que el control de la deuda haya desaparecido por completo de la plataforma republicana. Esto resulta llamativo en un momento en el que la deuda pública estadounidense se acerca peligrosamente al 120% del PIB, según señala la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Sin embargo, donde más se perciben los cambios en la esfera internacional, tanto en el comercio como en las relaciones exteriores. Históricamente, los republicanos tenían una posición más favorable al libre comercio, promoviendo acuerdos como el NAFTA y la integración económica global. Con Trump esto dio un giro más profundo, dando paso a un enfoque más proteccionista. La guerra comercial con China, que la Administración Biden ha mantenido, es un ejemplo de ello.
La política exterior republicana, que se basó en la promoción global de la democracia y el poder económico estadounidense hacia el exterior, se ha caracterizado con Trump, por el aislacionismo y el unilateralismo. Bajo el lema “America First”, Trump ha cuestionado la utilidad de alianzas tradicionales como la OTAN, retiró a Estados Unidos de acuerdos multilaterales como el Acuerdo de París y se enfrentó a organizaciones internacionales como la ONU.
Si bien esta postura resonó entre votantes descontentos con las intervenciones prolongadas en Irak y Afganistán, también generó dudas entre los aliados de Estados Unidos sobre su compromiso con el orden liberal internacional. La preferencia de Trump por negociaciones bilaterales y medidas unilaterales refleja una desconfianza hacia las instituciones globales, que contrasta con el enfoque intervencionista que caracterizó al GOP durante la era neoconservadora.
Por último, uno de los aspectos más destacados del giro ideológico del GOP con Trump ha sido el énfasis en lo que muchos conocen como la “batalla cultural”, poniendo el foco en cuestiones como la lucha contra la inmigración descontrolada y sus consecuencias sociales o contra lo que los republicanos llaman “la locura de género de la izquierda”.
La influencia de Donald Trump sobre el Partido Republicano no se diluyó tras su derrota en las elecciones presidenciales de 2020 ni tras los malos resultados de las elecciones de medio término de 2022. Por el contrario, la mayor señal de la “trumpización” del GOP es la forma en la que ha conseguido mantener su influencia y control sobre el partido después de su primer mandato.
1) La Convención Nacional Republicana de 2020
En agosto de 2020, durante la Convención Nacional Republicana en Charlotte (Carolina del Norte), el GOP tomó una decisión sin precedentes. En lugar de renovar su plataforma política, el Comité Nacional Republicano (RNC) emitió una resolución en la que se comprometía a continuar apoyando la agenda America First de Trump. Este acto de lealtad total postergó cualquier debate interno hasta la convención de 2024 y eliminó el espacio tradicional para que las distintas facciones republicanas negociaran posiciones clave. De esta forma, el Partido Republicano ya no es un mosaico de sensibilidades conservadores que tratan de llegar a posiciones comunes, sino una entidad moldeada en torno a la figura de Trump: sus partidarios y sus detractores.
Este cambio quedó simbolizado por la elección de los oradores de la convención: la mitad de ellos pertenecían a la familia Trump, algo sin precedentes incluso en partidos liderados por dinastías políticas como los Kennedy o los Bush. Y, desde marzo de este año, la nuera de Donald Trump, Lara Trump, forma parte del CNR del partido, nada menos que como copresidenta.
2) Una estrategia de recaudación que refuerza la lealtad hacia Trump
En 2021, la estrategia de recaudación de fondos del RNC volvió a demostrar la centralidad de Trump dentro del partido. Los formularios de donación incluyeron una opción de contribución recurrente marcada por defecto, acompañada de un mensaje que advertía a los donantes que, si desmarcaban la casilla, el comité “tendría que informar a Trump que eran desertores.” Este lenguaje, cargado de presión simbólica, convirtió la simple donación en una prueba de lealtad no al partido sino de lealtad personal hacia Trump.
3) Represalias contra la disidencia: el caso de Cheney
Durante el segundo impeachment contra Trump en 2021, por el asalto al Capitolio, aunque diez miembros de la Cámara de Representantes republicanos votaron en contra del entonces ex presidente, la mayoría se mantuvo leal al ex presidente. En este contexto, Liz Cheney, presidenta de la Conferencia Republicana en la Cámara Baja, cobró mucho protagonismo al sostener que Trump “no debía tener un rol en el futuro del partido” como consecuencia del rol que a su juicio tuvo en el asalto al Capitolio.
Trump convirtió a Cheney en uno de sus principales objetivos políticos, atacándola públicamente a través de comunicados y en sus apariciones en medios. Como consecuencia, Cheney fue destituida por parte de los republicanos en la Cámara Baja y aislada dentro del partido (acabó perdiendo las primarias de Wyoming en 2022 frente al candidato respaldado por Trump).