África es un continente enorme y de forma muy relacionada con la efervescencia de golpes de Estado que hemos visto, se está convirtiendo en la nueva gran reserva de recursos naturales del mundo.
Las tierras raras son un buen ejemplo. Estos elementos minerales han adquirido un rol crítico para la industria tecnológica, la transición energética y también la producción de equipos militares avanzados. En 2021 la demanda de tierras raras alcanzó las 125.000 toneladas en todo el mundo. Para el 2030 las previsiones apuntan a que se superarán las 315.000. Hablamos de un crecimiento anualizado de más del 11%.
El problema para occidente es que hoy por hoy cerca del 60% de toda la extracción mundial y el 85% de la capacidad de procesamiento tiene lugar en China. Es decir, que China tiene actualmente un control casi monopolístico sobre un recurso crítico para occidente.
Precisamente por este motivo ahora países como Estados Unidos, Australia o Canadá se están empezando a tomar muy en serio la búsqueda de alternativas al gigante asiático. ¿Y sabéis qué? Ahí es dónde entra en escena nuestra protagonista de hoy.
El continente africano es una tierra relativamente inexplorada. Por ejemplo, a pesar de tener el triple de superficie que Australia o Canadá, en 2021 el presupuesto de exploración minera de todo el África Subsahariana fue apenas la mitad que el de estos países. Además, el grueso de la exploración sigue focalizándose en la búsqueda de oro, en lugar de tierras raras u otros metales críticos como el litio, el cobre o el gas natural.
Pese a ello, los proyectos de exploración realizados han dejado tras de sí algunos éxitos importantes. África tiene ingentes recursos naturales, solo necesita cierta estabilidad, algo de seguridad jurídica y más exploración para poder aprovecharlos. Esto le daría a Occidente la oportunidad de prescindir de China y garantizar su suministro. A cambio, el continente negro, podría recibir enormes flujos de dólares y de inversión con los que modernizar sus paupérrimas economías.
En este punto, el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) puede jugar un papel clave. Desarrollar cadenas de valor regional puede facilitar la instalación de procesos industriales de alto valor añadido que permitan aprovechar los recursos naturales extraídos. Hablamos de actividades como el procesamiento avanzado de minerales o la fabricación de baterías eléctricas. Si occidente quiere competir con la creciente influencia de China y de Rusia en el continente, este puede ser el mejor camino a seguir.
El problema es que al menos por ahora estos dos países parecen mucho más activos. Hablamos de una carrera en la que por ahora tanto Pekín como Moscú llevan la delantera.
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